Todos estamos familiarizados con la transformación física que conlleva el envejecimiento: la piel pierde su elasticidad, las encías retroceden, nuestra nariz crece, los pelos brotan en lugares peculiares -a la vez que desaparecen por completo de otras partes- y esos preciosos centímetros de altura a los que nos aferramos comienzan a desaparecer.
Ahora, después de décadas de investigación sobre los efectos del envejecimiento, los científicos han comenzado a descubrir cambios más misteriosos.
«La conclusión es exactamente esta: que no somos la misma persona durante toda nuestra vida», señala René Mõttus, psicólogo de la Universidad de Edimburgo.